Me he decidido a escribir este post tras comprobar que, desde ayer, tengo a un nuevo follower en Twitter: un arquitecto que el verano pasado me rompió el corazón. Porque aunque parecemos de acero, los organizadores de eventos también tenemos nuestra sensibilidad y nuestro – vituperado – orgullo profesional, y cuando alguien nos toca la fibra somos capaces de suspirar como cantautores deprimidos cantando su canción maldita (te suena, Turista?). No os lo creeréis, pero los organizadores de eventos también tenemos nuestro corazoncito!
A continuación, entre lágrimas y suspiros, os cuento unos ejemplos de vivencias muy tristes y muy reales:
– “Amigo/a” pide ideas para una fiesta. Nos reunimos. No una, sino varias veces. Vamos a ver locales. No uno, sino varios locales! Me gasto la cara con colaboradores, hago propuestas por escrito, para que luego el “amigo/a” cambie de idea por falta de tiempo, cuando en realidad el tiempo para organizar el evento objetivamente sobra. Así que si eres organizador de eventos profesional y quieres seguir trabajando sin que nadie te apuñale, vuelves a llamar a todo el mundo, pides perdón por las molestias, sonrisita de niña buena y pa’ lante. Que conste que el “Amigo/a” en realidad representa a varias personas, todas con la misma facilidad para romper corazones.
– El mismo amigo/a (uno/a de los anteriores) vuelve a pedir ayuda para un evento después de unos meses, especificando que no quiere molestar. O sea que un pelín culpable se debe sentir, qué opináis? “Pero qué molestias – contestas – encantada de ayudar”. Pues misma historia, pero esta vez en el extranjero, lo que significa alguna llamada internacional, emails a horas intempestivas, contactos a través de contactos de ferias de eventos, diez o doce ideas diferentes, finalmente una parece cuajar… casi, casi…. pero no! De acuerdo, hay que saber perder en esta vida! Entonces para ser amable preguntas: “Y finalmente dónde se celebra el evento?” y como preguntas vía chat, que ya te has gastado una pasta en llamadas para tan pobre resultado, el amigo/a te deja colgado para siempre jamás, con la pregunta parpadeando en la pantalla. Duele, claro que duele! Porque como si no fuera suficiente, cada vez que enciendes el chat la ves, esa pregunta, y te sientes un poco lela por haber caído de nuevo.
– Cambiemos de target: empresa pide presupuesto para un evento. Briefing oral durante una reunión, tú tomas apuntes (para quien no conozca a ninguno, los organizadores de eventos nacemos con un lápiz detrás de la oreja, cuales artesanos capaces de realizar con prontitud y eficacia cualquier deseo ajeno). Y eres muy buena tomando apuntes!, que de eso vives. Preparas la propuesta económica con todo el cariño del mundo o un poco más, de nuevo tirando de colaboradores (un evento es cosa de equipo), tras medir espacios, más reuniones, búsqueda de imágenes, uso de tus competencias periodísticas y comerciales mezcladas con un toque mágico de Photoshop… corres, trabajas de noche, y finalmente entregas a tiempo. Luego la empresa te comunica, eso sí, con mucha educación, que le ha encantado tu propuesta pero que mientras tanto ha tenido a bien cambiar el briefing sin comentártelo, así que el trabajo se lo lleva otro que ha entregado lo que han pedido.
– Y finalmente viene el famoso arquitecto. Sé que estábais esperando la historia del arquitecto, el rompecorazones más duro de toda la isla. Al arquitecto lo conocí un bonito día de verano, cuando me convocó a una reunión para pedirme un presupuesto. Empezamos a hablar, compartimos anhelos y angustias, y acordamos ir juntos a una reunión que yo tenía fijada para la semana siguiente con un cliente estratégico al cual llevaba años persiguiendo. Años, sí, años. Pensé ingenuamente que este dulce arquitecto y yo podríamos impresionar al potencial cliente, unir recursos, experiencia y esfuerzos para ofrecerle al cliente algo realmente sensacional! Pobre de mí: me encontré en medio de la reunión compitiendo con el arquitecto, que de repente se había transformado en organizador profesional de eventos y le decía tan alegramente a mi cliente que quería la dirección del proyecto, ya que Pidelaluna se encargaba solo de parte del conjunto, mientras que él sí que podía realizar el proyecto de la A a la Z! Salí con una gran confusión en la cabeza. Pedí explicaciones, y cuando me las dio quise cortarme las venas: él pasaba olímpicamente de mi agencia, era su reponsabilidad defender a su estudio de arqui-eventos-tectura y a su equipo! Si al final nos podía dar alguna migaja, bueno, pero desde luego no lo sabía en ese momento, ya que no me conocía ni sabía si Pidelaluna estaba a su nivel!
El arquitecto me hizo sufrir mucho, naturalmente me hizo perder el proyecto (pero él tampoco lo consiguió), y me empujó a dudar hasta de la eficacia de las muñequitas woodoo (que por si acaso compré y atravesé con muchas agujas). Me sentí un poco mejor cuando me contaron que el artista repitió la jugada con el jefe de una amiga, dueño de un grupo turístico, que al salir de la reunión casi le pega una paliza. Entonces volví a hacer las paces conmigo misma.
Arquitecto que organizas eventos y usas las reuniones como trampolines para robarle el cliente a tu víctima: no lo sabes que Mallorca es pequeña??? Por cierto, no me dijiste nada de ese presupuesto…
Con cariño, Alessia